Chapter 53: Amenazas
Chapter 53: Amenazas
[Isabel]
Sé que me prometí que no me sentiría atraída por las cosas tan lujosas, pero debo admitir que estar
rodeada de todo lo que Quentin me ofrece es en verdad abrumador y a veces llega a ganarme porque
me veo bien, me va bien, y debo aceptar que poco a poco Quentin me va transformado en la pareja
que necesita aunque sea sólo en el exterior porque él me repite varias veces en el día que por nada
del mundo se me ocurra cambiar lo que pienso, digo y hago, que es lo que más le enamora de mi.
Comúnmente en los inviernos iría vestida con ropa térmica debajo de los pantalones de mezclilla y la
blusa o playera, un abrigo grueso de color negro y un gorro de lana hecho por mi sin embargo, hoy
luzco una ropa que me hace ver increíblemente sofisticada y que hizo sonreír a Quentin cuando salí
de la habitación.
Hoy luzco una hermoso conjunto de color blanco que consiste en una falda corta y pegada, botas que
suben hasta mi rodilla, una blusa con holanes en las mangas y para acompañar una hermosa bufanda
de pompones rosas con guantes que hacen juego, mi accesorio más caro, una bolsa blanca con
dorado de Chanel que debo admitir me encantó cuando la vi en Italia.
—¡Guau! – Expresa Quentin mientras se acomoda los guantes negros de piel, simplemente guau, no
sé que decirte.
—Gracias… ¿crees que esté bien para ir a ver a tu hermana?— Le pregunto.
—Si te vestiste para ser la envidia de mi hermana, lo haz conseguido.—Sonrío. Quentin se acerca a
mi y acomoda mi cabello para ver el collar que me regaló.— Me encanta que nunca te lo quitas.
—Jamás me lo quitaré, mientras me ames irá en mi cuello.
—Entonces veo que “Jamás” es la palabra adecuada ¿Nos vamos?
—Sí, vamos.
Quentin me ayuda para que pueda ponerme el abrigo color blanco y salimos de piso directo al piso de
su hermana que se encuentra en Hudson Square un poco lejos de donde nosotros nos encontramos.
—Estuve pensando lo que me dijiste ayer por la noche Isabel.
—¿Sobre qué? – Pregunto mientras me rocío un poco de perfume.
—Sobre lo de mi hermana, que no le agradas y te prometo que estaré más atento a lo que me dices.
Le tomo la mano y sonrío.— Sólo mientras me ames lo de más no me importa Quentin ¿si?
—Aún así estaré pendiente.
Tiempo después llegamos a otro elegante edificio donde después de subir el elevador caminamos por
el pasillo hasta llegar a la puerta de madera donde un mayordomo nos abre.
—Bienvenidos señores.— Menciona.
—Oncle Quentin! (¡Tío Quentin!) – Dice una niña de unos ocho años corriendo hacia él.
—Petite Léa! (¡Pequeña Léa!) – Responde mientras la carga entre sus brazos.
—Tu m'as manqué! Je ne vous ai pas vu depuis longtemps.(Te extrañé, hace tiempo que no te veía.—
Habla en un perfecto Francés.
—En espagnol, Léa, en espagnol – Contesta y luego me presenta.— Ella es Isabel, mi pareja.
—Bonjour Léa.— Le digo en el mejor francés que puedo sorprendiendo a Quentin.
—Bonjuour.— Contesta simpática.
—No sabía qué hablabas español.— Me pregunta entre sonrisas.
—Sólo lo indispensable, la mayoría son términos de cocina.— Y sonrío.
—¡Ey! ¡Qué ha llegado la sensación del momento! – Escuchamos a Vicent que viene hacia nosotros.
Sé para en frente de mí y sonríe.— Señorita usted se ve… exquisita.— Dice en un tono de lo más
extraño.
—Gracias.— Respondo.
Jacqueline sale de un estudio y al vernos sonríe —¡Quentin! ¡Isela! – Expresa y yo simplemente me
quedo en silencio.
—Es Isabel.— Corrige él.
—Lo siento, Isela, Isabel, Isabella, es que te he conocido tantas.
Sonrío ante ese declaración porque ella no tiene ni idea de cómo es Quentin y segundo de que eso
debería decírselo a su marido. Quentin niega con la cabeza en señal de que no le gusta lo que le dijo.
—Bueno, pasen, les preparamos el solarium para tomar un vino antes de pasar a la mesa.
Quentin me toma de la mano y caminamos por el elegante piso hacia un área cuyos muros y techo
son ventanales lo que da una vista a la ciudad increíble.
—¿Crees que deberíamos poner uno en nuestro piso? – Me pregunta Quentin.
Sonrío.
—¿¡Entonces viven juntos!? – Pregunta Jacqueline.
—Sí, vivimos juntos en mi piso y en primavera nos cambiaremos a una casa.
—¿En serio? ¡Eso va rápido! ¿Estás embarazada?
—Disculpa.— Pregunto sin entender.
—Digo, para un cambio tan rápido debes estar esperando bebé.
—No, nada de eso, simplemente decidí que es momento de que vivamos juntos, es todo Jacqueline.—
Defiende Quentin mientras toma una de las copas que el mesero le dio y luego me da una a mi.
—Gracias.— Le digo y él me sonríe
—¿Qué es lo que haces Isabel?— Comienza Jacqueline el interrogatorio y Vincent sonríe.
¡Odio su sonrisa! ¡La odio en verdad! Sé que se está burlando de mi.
—Tengo una Dark Kitchen.— Contesto.
—¿Dark Kitchen?— Pregunta ella en un inglés con acento británico.
—Sí, Isabel tiene una negocio de comida a la carta, es decir ella cocina la comida de toda la semana y
la envía a domicilio.— Me ayuda Quentin.
—¡Ah! Eres una cocinera.
Tomo un sorbo de vino y tratando de no molestarme, no entiendo bien porque Jacquline me odia si ni
siquiera me conoce, no me ha hablado y mucho mejor me ha tratado.
—Soy dueña de una empresa, se llama amigable menú.
—Vaya… pues parece ser que los menús conquistaron el corazón de mi hermano.
—No, lo que me conquistó fue su voz, la comida fue un plus.— Dice él tierno y me abraza de la
cintura. ConTEent bel0ngs to Nôv(e)lD/rama(.)Org .
—¿Recuerdas Vincent los Escargots que comíamos con Nadine en París?
«¡Guau! Se había tardo en sacar a Nadine!» Pienso.
—Como si fuera ayer, deliciosos.— Contesta él.
—Ella toda una finura, siempre recatada y linda, sabía de todo arte, música, cultura general.
«Todo menos fidelidad» Pienso de nuevo y esbozo una sonrisa.
—¿Quentin la ama mucho?
—La amaba, porque ahora estoy con Isabel.— Me defiende.
Jacqueline toma un poco del vino tinto evidentemente enojada ante la respuesta de Quentin y sin
querer se mancha la blusa.
—Merde! – Expresa.
De inmediato y sin poder contener mi molestia le hecho mi copa de vino sobre la blusa haciendo que
todos me ven.
—¡¿Qué haces?! – me dice enojada.
Veo a Quentin.— El vino blanco neutraliza la tinción del tinto, así cuando la lave podrá sacar la
mancha.— Explico en tono de inocencia como si no lo hubiera hecho a propósito.
—Ves cómo eres inteligente mi vida.— Murmura Quentin y yo sonrío.
—¿Me acompañas Quentin? – Pregunta su hermana mientras sale del solarium.
—Ahora vengo.— Me susurra al oído y después de darme un beso sale de ahí dejándome con Henry.
Él, cuando Quentin se va comienza a aplaudir como en forma sarcástica mientras se acerca a mí.
—Felicidades Isabel Osher. No sólo por la mancha y porque por fin le diste una probada de su propia
medicina a mi esposa, si no porque mírate, en tu vida pensaste que serías pareja de un millonario.
—¡Si serás cínico! – Le reclamo — ¡Cómo te atreves a hacer esto! Me engañaste, me dijiste que te
llamabas Henry y ahora resulta que eres ¡Vincent y sobre todo casado! ¡Casado! – le reclamo.—
Además me robaste mis recetas y se te ocurrió abrir un maldito restaurante ¡Cómo te atreves!
—Vaya, si hubiera sabido que te quejarías tanto jamás te hubiera dado el teléfono de mi cuñado.
Isabel, Isabel, cuando siento que te escapaste de mi vida, regresas, eres como las olas del mar… te
vas y vuelves.
—¿Por qué me lo diste? ¿Qué pretendes con esto?
—Nada, no pretendía nada, me tenías harto con tus llamadas de reclamo que te di el teléfono de la
persona que menos pensé te haría caso pero me equivoque esta vez y… “Se enamoró a primera voz”.
— Dice en tono burlón, para luego sacar una carcajada.— Quentin, siempre tan romántico, siempre
fue así ¿eh? No creas que eres especial.
—Cállate.
—Mira, no entiendo de verdad tu reacción ¿no deberías estar feliz? — Me pregunta cínico.
—¡Sabes lo que hiciste! No sólo rompiste mi corazón, engañaste a mis seres queridos con tus
anécdotas, sino que ahora fui la otra de un hombre casado y me acosté con el cuñado de mi pareja
¡Con esposo de su hermana! ¿Qué no entiendes?— Le ruego.
—Y qué, ¿Quentin no lo sabe? ¿o ya se lo dijiste? No verdad… porque no eres tonta y yo tampoco se
lo diré a Jacqueline y punto, podemos llegar a ese trato ¿Cierto? Además, no eres especial Isabel,
eres como la quinta aventura que he tenido en mi vida, así que… ¿qué puede pasar? Si Jacqueline no
se ha dado cuenta…menos se dará cuenta contigo.
Respiro.
—¿Te estás dando cuenta de lo que estás pidiendo? ¿Quieres que le mienta a Quentin como tú lo
haces?
—No es la primera vez que le mienten a Quentin.— Expresa en furia y yo me quedo en silencio. —
Isabel, de verdad no entiendo de que te quejas. Te di un novio millonario, guapo, educado que te ha
vestido como una mujer que vale un millón de dólares, si sabes manejar tus cartas puede que seamos
parientes siendo la esposa de él ¿no te parece? ¡Deberías estar de rodillas agradeciéndome por esto!
– Y lanza una carcajada.
El coraje me invade de inmediato y siento como recorre todo mi cuerpo y con una voz fría le contesto
—No, no me parece, por eso le diré la verdad a Quentin tan sólo salgamos de aquí. No quiero que por
ningún motivo él se entere por otra parte de lo que pasó entre los dos, y no me importa si tu mujer se
entera, se lo merece a ver si así se le quita la cara de arrogante que tiene.
Me doy la vuelta de inmediato y siento la mano de Henry sobre mi brazo y en segundo me pega contra
la pared de un golpe que inmediatamente hace que todo mi cuerpo se cimbre.
—¡Tú no le dirás a nadie nada!— Me amenaza—¿Entendiste? Porque te juro Isabel Osher que te
hundiré de todas las formas posibles, tengo trucos bajo la manga que no te imaginas y puedo hacerlo
como lo hice hace tiempo atrás ¿recuerdas? Con tus recetas.
—Ya no soy esa Isabel.— Logro decir.
—No me importa cuál seas, así que te diré una cosa, tú exhibes todo esto y yo con la mano en la
cintura le digo a la reportera que acosa a Quentin que haga públicas las pruebas del accidente de
Nadine.
Abro los ojos asombrada.
—¿Qué?
—Así es… ya me escuchaste. Esa reportera que lo acosa tiene todas las pruebas de que Quentin, iba
manejando cuando murió su mujer e hijos, y lo va a perder todo e irá a la cárcel y tú… volverás a ser
nadie, absolutamente nadie ¿te parece? —Me quedo callada.—¡Te parece! ¡Te parece! – Grita más
fuerte.
—Veremos quién hunde a quién en la mierda esta vez.— Respondo fría.
—¡Qué miedo! Cocinera, disfruta esto, porque mañana tendrás que vender esa bolsa Chanel para
pagar tus deudas.— Dice en tono frío y luego sale de ahí.